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Gaza: La guerra sin tiempo

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Por Maximiliano Sepúlveda R. / Foto: RTVE.Es

Mientras las fuerzas israelíes siguen arrasando con todo a su paso en el estrecho y densamente poblado territorio de Gaza, bombardeando hospitales y campos de refugiados palestinos sin pausa ni nada que los detenga, la comunidad internacional sigue haciendo lo único que parece poder hacer: Mostrar solidaridad con la población civil, sin poder actuar sobre un Israel que, además de contar con uno de los ejércitos más poderosos del mundo, actúa en total impunidad dada su histórica alianza con Estados Unidos y las principales potencias europeas, que no intervienen en un genocidio que se desarrolla frente a nuestros ojos.

A fin de entender esta nueva escalada de crisis, que deja de manifiesto una vez más que toda la institucionalidad global en materia de Derechos Humanos sigue no sólo ligada, sino que además estrictamente supeditada al mandato del Consejo de Seguridad de la ONU, controlado por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial más China, es preciso entender que el conflicto más sangriento de nuestra era, tiene un origen estrictamente colonial, y que las causas de su existencia están mucho más cerca de las agitadas calles de Londres, a miles de kilómetros de las ruinas de Gaza, que de las arenas ensangrentadas de los Altos del Golán.

La región de Palestina, territorio circundado al norte por la llamada Cisjordania, cerca del Líbano y Siria, al Norte, el Río Jordán al este, el mediterráneo al oeste y Egipto al sur, estuvo bajo el control árabe, y luego turco, desde su reconquista por parte de los musulmanes tras la Quinta Cruzada (1244), hasta 1917. En ese año, Reino Unido logra el control administrativo del territorio, donde además existía una aguda crisis social y económica generada por un creciente descontento de la población árabe con el control del ya decadente Imperio Otomano, que colapsaría definitivamente tras el fin de la Primera Guerra Mundial, en 1918.

Por otro lado, la vinculación histórica y religiosa entre este territorio y el mundo judío, y el fortalecimiento del movimiento sionista en Europa y Estados Unidos, que buscaba la creación de un Estado Judío independiente con el fin de hacer frente al histórico antisemitismo en el Viejo Continente, incrementaron la presión sobre el territorio palestino, considerado sagrado, o “tierra prometida”, para tres de las confesiones religiosas monoteístas más importantes del mundo: católicos, musulmanes y judíos.

Disponer de lo ajeno

En esta parte de la historia, aparece uno de los rasgos más comunes del colonialismo europeo, disponer administrativamente de territorios que no sólo no les pertenecen, sino que además no conocen más allá de expediciones esporádicas, provocando el desencadenamiento de acontecimientos catastróficos cuyas consecuencias se padecen por décadas e, incluso, siglos, sin hacerse cargo.

El 2 de noviembre de 1917, en plena guerra, el casi retirado ex primer ministro británico Lord Alfred Balfour, en ese momento ministro de Relaciones Exteriores (Foreign Office), emite la Declaración que lleva su apellido, donde respalda la creación de un Estado Judío (“Hogar Nacional”) en la región. El documento, que no menciona a los palestinos, y se limita a hablar de “Comunidades no judías” en la región, fue en realidad una carta/promesa dirigida al riquísimo banquero Lord Lionel Walter Rothschild, y pese a ser considerada un documento fundacional para el Estado Judío, no es mencionada en ninguno de los obituarios publicados por el Times, el Guardian y el Daily Herald, con ocasión del fallecimiento de Balfour, en 1930.

La declaración es considerada por los palestinos no sólo una traición, ya que ellos pelearon por el lado británico contra el Imperio Otomano, sino además como el inicio de un periodo histórico conocido como la Nakba, que quiere decir destrucción, o catástrofe.

Luego de la declaración, comienza la compra de enormes extensiones de terreno en la zona, por parte de acaudalados industriales europeos y norteamericanos. Hacia la década de 1930, la población árabe, movilizada además por un explosivo sentimiento nacionalista, comenzó a resentir la altísima migración judía al territorio. Se intentaron poner cuotas migratorias, pero los horrores del holocausto nazi en Europa las hicieron impracticables. El proceso de colonización estaba en marcha.

Los capítulos siguientes de la historia son conocidos. El 14 de mayo de 1948, a las 12 de la noche, el mandato británico sobre Palestina termina, el mismo día, Israel declara su independencia. Al día siguiente, Egipto, Jordania, Siria e Irak invaden el territorio, dando lugar a la primera guerra árabe israelí, a la que le siguieron enfrentamientos a gran escala en 1956, 1967 y 1973.

El de 1967, conocido como la Guerra de los Seis Días, sería el de mayor significación geopolítica a nuestros días, ya que Israel captura la Franja de Gaza, la península del Sinaí, los Altos del Golán y Cisjordania. En 1982, Israel devuelve la península a Egipto, pero retiene todos los demás territorios, que hasta hoy considera conquistados.

Luego vendrían los procesos de paz de los ´90 y ´2000, en Camp David y Oslo, sin resultados que permitan impedir la masacre que vemos frente a nuestros ojos. Israel ocupa y coloniza mediante asentamientos, territorios de forma absolutamente ilegal, contrariando resoluciones expresas de Naciones Unidas sin que hasta ahora exista una fuerza diplomática suficiente como para torcer sus planes. Desde el otro extremo, el grupo Hamas ha consolidado su control sobre Gaza opacando el trabajo del gobierno, moderado y laico, de la Autoridad Nacional Palestina, heredera de parte de la OLP, que opera en Cisjordania y Gaza. Diversos analistas internacionales concuerdan en que tanto Hamas como el extremismo nacionalista israelí, liderado por Benjamín Netanyahu, son fuerzas opuestas que se retroalimentan agitando el conflicto desde los extremos.

En esta escena, la sorpresiva incursión de Hamas sobre territorio israelí el pasado 7 de octubre, con más de mil 200 muertos, y la desbordada contraofensiva israelí en Gaza, con un saldo de más de 10 mil muertos a la fecha, 67% niños y mujeres, vuelve a regar de sangre la región, prolongando aún más una agonía que tiene su origen en acciones de políticos europeos tan indolentes como ignorantes, que construyeron las bases del conflicto armado más prolongado de la era moderna y la espantosa catástrofe humanitaria que camina a su lado.

-Publicado en la edición N° 24


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