Por Carlos Concha Olivares / Foto: María Jesús Pueller
Desde temprano el centro cívico y alrededores estaban cercados. Rápidamente carros lanzas aguas, vehículos tácticos urbanos y piquetes de Control de Orden Público (COP) nos refregaban que el 11 septiembre en Chile es violento. Porque hace 49 años, por esas mismas calles, militares efectuaban un golpe de Estado al gobierno de la Unidad Popular, del presidente Salvador Allende, dejándonos un legado con las peores imágenes de nuestra memoria colectiva y que nos persiguen en este trauma social que nos une. COP te lo presenta, te lo muestra, te lo recuerda y te lo hace entender antes siquiera de iniciar la romería.
Una vez en Plaza Los Héroes; Agrupaciones, Organizaciones, Colectivos e individualidades se congregaron a la espera que iniciase la marcha, la que fue liderada, desde hace varios años, por la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Derechos Humanos y Sociales, y que encabeza una incombustible Alicia Lira Matus, presidenta de la Agrupación de Familiares de Ejecutados/as Políticos (AFEP). Este año la consigna fue: “Memoria y Derechos Humanos ¡Siempre!”.
A una cuadra de iniciada la romería las fuerzas represivas comenzaba su actuar y los enfrentamientos con COP dieron espacio a un ambiente de tensión que perduró durante toda la caminata al Cementerio General. Porque lamentablemente fue eso que marcó esta jornada: El amplio despliegue del aparataje represivo estatal. La represión como una constante compañía en cualquier manifestación que tenga algún componente popular. Nos quieren asegurar que el perfeccionamiento del Terrorismo de Estado vive hasta nuestros días en este Estado Policial.
Los ánimos caldeados, la densa rabia iba en aumento y la tirantez se apoderaba de la masiva marcha. Porque septiembre también es negro, rebelde y pertinaz. La memoria punzante de lucha antidictatorial penetra en el inconsciente, para revelar que fue la confrontación directa la que permitió una salida de la tiranía. Fueron los luchadores sociales que empuñaron las armas, los que ofrecieron un verdadero espacio de superación de la opresión, del exterminio, la desaparición, la tortura, la prisión, el exilio… Algunos/as recuerdan a sus muertos, a sus desaparecidos, a sus torturados con reflexión, otros con alegría, y algunos/as con rabia fogosa de justicia.
La presencia de militantes de partidos políticos del oficialismo no ayudó a calmar el ambiente. Todo lo contrario. El derecho a recordar sus muertos como un deber ético se confronta. Pero qué hacer cuando sectores te recuerdan que en algún tiempo apoyaste la “política de rebelión popular de masas” para superar la tiranía militar, y que ahora respaldas la militarización del Wallmapu. ¿El Poder cambia nuestros ideales compañeros? También ahí estaban presentes familiares de prisioneros políticos y asesinados de la revuelta. Las promesas de campaña se esfumaron y se convirtieron en espacios para otorgar credenciales de demócratas al pinochetismo. La provocación permanente al sentido común de clase. Acaso evitable, tal vez innecesario.
Pero, la historia de nuestros pueblos es obstinada y resurge. Subsiste ese sonido inconsciente planteando si sigue el momento de “preguntar por ti, por ti, por aquel, por ti que quedaste solo y el que murió sin saber”, tal como nos cantara Víctor Jara. Las demandas de verdad, justicia y fin de la impunidad se escucharon con una vigencia indiscutible. Si, a 49 años, seguimos buscando, seguimos cuestionando y emplazando.
Igualmente, se pedía con energía octubrista la libertad de los/as presos políticos/as de la revuelta y mapuche, así como reparación y justicia para los/as mutilados/as y los/as asesinados/as de la rebelión popular. Asimismo, se oyeron voces que clamaron por una Asamblea Constituyente Soberana y Popular.
En el Cementerio General, como pocas veces, instalaron un escenario por calle Recoleta, en la entrada a los memoriales. Un acto corto condicionado por las lágrimas que provocaban los gases. Durante todo el trayecto quemaba esa agua y ardía el pecho con ese gas lacrimógeno. Fue demasiada represión, muchos se fueron antes, el acto concluía con un cliché: “El pueblo unido, jamás será vencido”.
A los pocos minutos, COP de Carabineros acentúo su proceder, incluso entrando al Cementerio para perseguir a manifestantes por los memoriales, sin ningún respeto por quienes estábamos ahí. Un nunca visto. Lamentablemente, quisiéramos narrar sobre el 11 de septiembre, sobre la verdad, la justicia y las garantías de no repetición, pero el amplio despliegue del aparato represivo fue descomunal, costaba recordar una conmemoración del golpe de Estado con ese nivel de gastos en esos recursos, tal vez comparable, con los 30 años, en el 2003, bajo el gobierno de Ricardo Lagos con José Miguel Insulza como ministro del Interior.
En esta romería se vio toda la maquinaria de COP actuando, tal como hemos dicho, operando durante todo el trayecto, personal de Carabineros en múltiples piquetes, fuertemente preparados para hostigar. Y, si no fuese suficiente, se registraron infiltrados en la marcha y civiles deteniendo a manifestantes. Todo en clave poética para esperar y proyectar una cincuentenaria conmemoración del Golpe Cívico Militar, el próximo año, un 11 septiembre 2023 que se avizora resplandeciente bajo ese brillo inigualable de la mecha de la memoria rebelde.
*Crónica publicada en la edición N° 14 de revista Grito