“No es lo que ignoras lo que te mete en problemas. Es aquello de lo que estás absolutamente seguro y, simplemente, no es así”
-Mark Twain
La noche del pasado domingo 4 de septiembre, los resultados del plebiscito constitucional, último acto de un camino que tomó cerca de tres años, dejaron poco lugar a dudas: Un porcentaje cercano a dos tercios del padrón electoral rechazó la propuesta de la Convención Constitucional.
Hoy, el proceso ha regresado al Congreso Nacional, en donde debería, al menos en la intención, continuar su camino. Esta vez, bajo el control absoluto de los partidos políticos con representación parlamentaria.
La derecha ha recuperado su poder de veto, y si se llega a un nuevo acuerdo, que debiese comprometer además una nueva reforma constitucional que derogue el artículo 142º del capítulo 15 de la actual Constitución, que expresa claramente que, de ser rechazada la propuesta, cosa que ocurrió de forma inequívoca el domingo, la actual Constitución Política seguiría vigente, todo lo que se haga será resultado de una negociación política en Valparaíso, con un gobierno que parece golpeado y exhausto tras sólo 6 meses de mandato, en una posición de mero observador.
En este escenario, ¿Qué queda para los sectores que apoyaron la opción Apruebo?, ¿Cuál será el destino de todo el capital simbólico desplegado en la campaña y que no tuvo ningún efecto?
En el libro de 2004 «Diferentes, Desiguales y Desconectados», el antropólogo y académico argentino Néstor García Canclini explica cómo, en determinados casos, ciertos objetos pueden transformarse tras pasar de una cultura a otra: “Los objetos artesanales suelen producirse en grupos indígenas o campesinos, circulan por la sociedad y son apropiados por sectores urbanos, turistas, blancos, no indígenas, gente con otros perfiles socioculturales, que les asignan funciones distintas de aquellas para las cuales se fabricaron. Una olla se puede convertir en florero, un huipil en mantel o en un elemento decorativo de un departamento moderno. No hay que sostener que se perdió el significado del objeto: Se transformó (…) cambió de significado al pasar de un sistema cultural a otro”.
¿Será este el destino de nuestros símbolos?, ¿Es el fin de su capital semántico? Los hechos nos entregan la posibilidad cierta de que los colores de la Transición haya dejado de ser “útil” en términos de convocatoria, e incluso reunión. La idea de que expresiones que ya cumplen más de 60 años, como los himnos de la Nueva Canción Chilena, aún llevan en sí la mística de las convocatorias del 88´, ha quedado sepultada por la realidad. El valor de determinados discursos, que se suponía enardecería las conciencias de las multitudes impulsándolas a un triunfo bajo los compases de “un rojo amanecer”, ya no está, o al menos no está a la vista.
En ese escenario, ¿Qué hacer?, quizás la lógica de García Canclini no esté tan lejos de lo que necesitamos: Dar lugar patrimonial a gran parte de lo que hemos sido, dejando el resto del metraje en blanco, para nuevos himnos, nuevos versos de lucha, nuevos enternecimientos.
Que lo que emocionó alguna vez se vaya al panteón de lo significativo, mientras que nuevas voces y lenguajes serán la levadura de lo que viene.
*Editorial publicada en la edición 14 de revista Grito
*Foto: Referencial