Saltar al contenido
LOGO 500
Portada » ¿Hegemónico o subversivo? La mirada vigilante del movimiento feminista y de disidencias en el nuevo ciclo político

¿Hegemónico o subversivo? La mirada vigilante del movimiento feminista y de disidencias en el nuevo ciclo político

Comparte nuestro contenido

Por Amory Díaz Sánchez

Hemos vivido tiempos convulsionados. La Revuelta Popular y el hastío de las grandes mayorías precarizadas vino a remecer el Chile neoliberal. Y como si no fuera suficiente, la pandemia evidenció con mayor fuerza el agotamiento histórico del pueblo, pero también dejó entrever la incomodidad de los guardianes del capital que sintieron amenazadas sus fortunas. Allí donde se alza la exigencia de derechos, necesariamente se requiere una redistribución de los recursos.

A pesar de la ofensiva autoritaria, de la represión estatal, de la prisión política, del intento por higienizar el cuerpo social y disfrazar la dignidad con bonos e incentivos, el movimiento se expande desde lo subterráneo, se “encuerpa” desde la memoria y se re-descubre en el andar consciente y colectivo.

Las calles transitadas

Pese a todo, el movimiento de estudiantes, mujeres y disidencias no bajó la guardia. Haciendo trinchera desde las múltiples violencias y la precarización de la vida, han sostenido la intransigencia de los derechos por ganar. Han sido años de organización, represión y lucha callejera para instalar en la escena pública y política, las demandas invisibilizadas por el Estado patriarcal, colonial y capitalista.

La potencia del movimiento feminista es transversal y ha marcado grandes hitos que han delineado las luchas que hoy lograron, por ejemplo, que el aborto forme parte del borrador de la nueva Constitución.

En la historia más reciente la marcha por la liberación de la píldora del día después (2007) retoma públicamente las exigencias sobre los derechos sexuales, reproductivos y la necesidad de decidir sobre nuestros cuerpos. Tras años de resistencia, en el año 2013 se configura más abiertamente la demanda por el Aborto Libre, Seguro y Gratuito cuando miles de mujeres irrumpen en la Catedral de Santiago como señal de protesta.

En el año 2015 se consumaron 45 femicidios en Chile. La situación era (es) insostenible e inaceptable. Siendo impactadas por el movimiento argentino “Ni una Menos”, ese año se marca un nuevo hito al realizarse diversas marchas contra la Violencia de la Mujer.

Cruzando la geografía y los territorios, la ola feminista en Chile iba recomponiendo el tejido social. Así lo vivimos durante los años 2016 y 2017 cuando se tramitaba el Proyecto de Ley que despenaliza el aborto en 3 causales.

El año 2018 sin duda marcó un hito cuando la confluencia entre estudiantes y mujeres ponen en evidencia situaciones recurrentes y generalizadas como el acoso sexual y prácticas machistas al interior de los centros educativos. El movimiento impactó a tal nivel que un total de 57 campus y 26 universidades realizaron tomas y/o paro de actividades ese año.

Ha sido un largo trayecto, con altos y bajos, pero al transitar las calles honramos las huellas de cada mujer que se ha levantado contra el patriarcado y la precarización de la vida a lo largo de la historia. Cada batalla ganada es nuestra, es colectiva y no estamos dispuestas a retroceder.

Fantasmagoría

A dos años y medio del estallido social, con un gobierno de “centroizquierda” debutando y una nueva Constitución en etapa de redacción, para algunos el panorama es esperanzador, para otros, una nueva forma de hacer y no un cambio estructural. Lo que sí podemos afirmar es que somos testigos del inicio de un nuevo ciclo político, donde la transversalidad de las organizaciones sociales, y por sobre todo el movimiento feminista, fue clave en lograr que Apruebo Dignidad llegara al poder.

Las cifras son claras: de acuerdo a las estadísticas entregadas por la plataforma Chile Decide “el 68% de las mujeres menores de 30 años votó por Boric, y el 32% por Kast”. En tanto, la segunda vuelta se vio claramente marcada por el aumento del padrón electoral, sufragando 59% de las mujeres y el 55% de los hombres. Algunas por convicción y otras por rechazo al retroceso fantasmal que representaba el candidato republicano y de ultraderecha. Pero lo cierto es que la confluencia de jóvenes y mujeres hoy tienen en la primera magistratura a Gabriel Boric.

Pamela Contreras

Para Pamela Contreras activista por los derechos de las mujeres y disidencias sexuales de la Región de Valparaíso “gran parte del porcentaje que hizo decidor el voto fueron justamente los jóvenes y las mujeres, reflejando parte de lo más dinámico que ha sucedido en los últimos años, me refiero a las movilizaciones que con una trayectoria de organización continúa han enfrentado distintos gobiernos. También el fantasma de Kast era un atentado contra todos los derechos, contra los derechos más básicos”.

Por su parte, Natalia Corrales dirigenta sindical feminista e integrante de las Coordinadora 8M de Valparaíso, expresa que “desde la dictadura hasta la revuelta hubo un adormecimiento, un temor, una especie de mecanismo de defensa ante la necesidad de olvidar el dolor y seguir adelante. El estallido nos liberó al punto que estamos logrando el cambio de la Constitución, no a través de una Asamblea Constituyente, pero sí a través de hechos relevantes y transformadores que no son resorte de este gobierno, sino del pueblo. Esta administración tiene la responsabilidad de responderle al pueblo que lo eligió, responderles a las mujeres que salimos a votar contra el retroceso de derechos. Ante el discurso misógino, patriarcal, homofóbico, todas reaccionamos”.

Es claro que el nuevo gobierno autoproclamado feminista no debe olvidar la deuda existente. Si bien “la nueva” generación política proviene de las movilizaciones universitarias del 2011 y muchas de las hoy ministras de Estado, adhieren al movimiento, la historia en Chile ha demostrado que cuando se institucionalizan las demandas, sobre todo las feministas, estas corren el riesgo de transformarse en las nuevas políticas neoliberales con lenguaje de género.

Gobierno feminista ¿lenguaje y simbolismo?

Mayoría de mujeres en el gabinete, incorporación del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género al comité político, inclusión de la perspectiva de género mediante asesoras especializas en cada una de las carteras, impulsar el sistema nacional de cuidados y espacios seguros para el trabajo femenino entre otras, son algunas de las medidas que a la fecha se han realizado y anunciado.

Sin declarar una intención fatalista a priori, sí es pertinente problematizar hasta dónde la promesa de transformación estructural será parte del programa de gobierno. También es necesario cuestionar si llamándose feminista, la institucionalidad se vuelve feminista o no.

Porque superar la precarización laboral femenina, no se soluciona igualando los sueldos. Dar urgencia a las leyes contra la violencia, sin un cambio profundo en las lógicas y conductas patriarcales, no evitará que la lista de femicidios continúe creciendo. La cifra ya es alarmante: al 23 de marzo de 2022, ya se registran 11 femicidios consumados y 30 frustrados.

De este modo cuestionar al neoliberalismo centrándose únicamente en la economía y en las formas de producción, sin considerar cómo se construye la totalidad de la vida, podría ser una vez más el espejismo de las buenas prácticas de género, cambiando las formas, pero no la sustancia.

Natalia Corrales

Natalia desde la Coordinadora 8M lo sabe. Y es que ser un gobierno feminista va más allá de la paridad de género, “nombrar a mujeres en los cargos de poder responde a una primera etapa de instalación, es algo más simbólico que busca dar señales, porque no sacamos nada con tener a una mujer en un cargo público con una mentalidad liberal que replica las mismas prácticas violentas y patriarcales hacia sus compañeras. Es muy difícil tener un gobierno feminista, porque debe implicar un cambio estructural completo, nosotras apostamos a la transformación radical de la vida y eso es algo muy profundo para que un solo gobierno se haga cargo”.

Por su parte, Pamela, quien además es la ex vocera de la agrupación “Pan y Rosas Teresa Flores”, agrega que “cuando este gobierno asume, da la sensación que recoge las demandas populares, que dialoga con el mismo lenguaje, saliendo incluso algunos de sus personeros de las mismas filas de la movilización callejera. En ese sentido no solo toman esos lenguajes provenientes desde el feminismo, sino que también aquellos surgidos desde otras áreas de la organización popular. Lo que sí es claro, es que se han comenzado a discutir temas que nunca antes se habían tocado por la elite de los últimos 30 años”.

Desde la discursividad política se reconocen ciertas luchas y se instala la necesidad de asegurar derechos. Hoy la prensa diaria no puede obviar algunos conceptos que se han posicionado como el abecedario de la nueva administración: aborto, derechos sociales, dignidad, feminismo, medio ambiente, y otros tantos…

Dichos conceptos efectivamente están presentes en el espacio mediático y político, pero enunciarlos, no asegura su conquista: “se pueden decir feministas, que están con los derechos de las mujeres, pero si no plantean ninguna propuesta concreta para cambiar la realidad, es solo simbolismo. Es más, una declaración de principios que termina siendo marketing y una tensión ideológica con los sectores más conservadores, pero que no afecta en nada a las mujeres que siguen viviendo la precariedad laboral, y que continúan aguantando situaciones de violencia, porque no tienen los recursos para salir de esos espacios”, agrega Pamela.

Tras los horrores de la dictadura cívico militar, la democracia pactada auguraba justicia y esperanza. Sin embargo, las promesas incumplidas, la profundización del modelo neoliberal, la privatización de la vida y la represión, calaron profundo en el entramado social y político. Inevitablemente las promesas del hoy, evocan las inseguridades del ayer.

En este sentido, Natalia explica que la tensión radica en “que es muy probable que se repliquen las mismas prácticas de los últimos 30 años, ya que los partidos políticos van a bajar la efervescencia de las demandas, para proteger al gobierno”.

Ante el miedo que el feminismo nuevamente se constituya en una práctica políticamente correcta, silenciando todo rastro que lo concibe como un elemento ideológico subversivo de transformación, cabe preguntarse si la sociedad puede realmente transformarse desde la institucionalidad.

El riesgo de la hegemonía y el Neo-reformismo

Comprender los peligros que subyacen a la institucionalización de las políticas de género es un antecedente que debemos tener al alcance. Bien sabemos que el movimiento feminista surgido en dictadura dio una lucha sin precedentes. Mujeres atrincheradas en primera línea sosteniendo la vida y exigiendo democracia. Si bien durante la década del 80´ se trabajó una agenda común, más pronto que tarde, se generaron dos tendencias y dos formas de enfrentar el venidero gobierno de transición.

Por una parte, surge la “Coordinadora de Organizaciones Sociales de Mujeres”, quienes promovieron la participación directa y autónoma. Por la otra, la Concertación Nacional de Mujeres por la Democracia (CNMD) agrupó a las militantes de partidos y mujeres profesionales, quienes fueron las artífices de un programa de trabajo que aspiraba ser aplicado en el nuevo gobierno democrático encabezado por Patricio Aylwin. Es así como el 3 de enero de 1991 se crea el SERNAM.

“Ellos quieren mediar, pero hay situaciones donde simplemente eso no se puede hacer, y es ahí donde van a tener que tomar posiciones. Para que nosotras tengamos más derechos, se requiere mayor inyección de recursos y desde esa mirada, creo que van a intentar cambiar algunos elementos legales, pero sin cambiar las condiciones de vida más estructurales. Eso significaría enfrentarse con parte de las ganancias del empresariado y ahí la base de Apruebo Dignidad no es firme. Es una alerta y una situación que vamos a tener que enfrentar los sectores más radicalizados con el gobierno de centro izquierda o neo reformista de Gabriel Boric”, explica Pamela.

Marcha 8M en Valparaíso

Demandas Autonomía y organización

Identificar los elementos más sentidos del movimiento de mujeres y disidencias, no se puede restringir a los debates que hoy cruzan el nuevo órgano constitucional, o a los énfasis que plantea el gobierno. El tema es más profundo y tiene que ver con temas de supervivencia.

“Es pedir que no nos maten, que no nos violen, no nos acosen o que no nos paguen menos. Son elementos que ni siquiera deberían ser temas de discusión”, expresa Pamela.

Si bien los puntos de confluencia de los feminismos se vinculan a los derechos sexuales y reproductivos a través del aborto como eje central, a la erradicación de la violencia patriarcal, educación sexual integral, así como frenar el acoso sexual en todas sus formas, estas y otras aristas forman parte de una demanda mayor: el reconocimiento en igualdad y el derecho a vivir, decidir, incidir y participar libremente.

En definitiva, se trata de una transformación mayor que involucra todas las esferas de la vida, y tal como explicaba Natalia, ¡para ello el cambio debe ser estructural… o no será! Se trata, por tanto, de “mantenerse movilizadas y permanecer en las calles con una causa clara” con una agenda propia, independiente y autónoma al programa de gobierno, lo que “nos permita fiscalizar acuciosamente y cobrar la palabra de lo que han prometido”.

Tanto Pamela como Natalia coinciden en que las últimas décadas han significado una vasta experiencia organizativa, logrando el reconocimiento y validación de las demandas del movimiento. Pamela confía en que hoy están las condiciones para generar una mayor tensión que permita conquistar los derechos negados: “no puede ser que siempre luchemos y nunca ganemos nada. No puede ser que luchemos de manera testimonial y no busquemos continuamente ganar. Hay que pelear todos los derechos que podamos en las instituciones, pero sabiendo que ahí no nos jugamos la conquista. Que esté en el papel no significa que esté garantizado, solo la auto organización y la movilización nos puede llevar a un camino real que permita asegurar nuestros derechos”.

En definitiva, para ambas se trata de no perder la autonomía, de generar una articulación independiente a la política gubernamental procurando siempre una mirada crítica y vigilante que permita seguir construyendo el horizonte feminista: “tenemos una posibilidad, pero no podemos permitir que nos quiten los elementos subversivos higienizando nuestros discursos para situarnos entre los márgenes del Estado neoliberal”, sentenció Pamela.

….

Como cada 8 de marzo nuevamente caminamos las calles, pero lejos de ser una fecha más en el calendario, en ese andar colectivo el movimiento se hace carne, se “encuerpa” y crece como conciencia histórica de los derechos por ganar.

*Reportaje publicado en la Edición 10 de revista Grito


Comparte nuestro contenido

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *