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Editorial Edición N°1

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*Foto: Contexto, internet

El pasado fin de semana, la escena política vivió un movimiento significativo tras los resultados de la multi-elección.

Más allá de que, para bien o para mal, la pandemia desbarató el calendario electoral, “mezclando” elecciones regulares (alcaldes, concejales e incluso la inédita de gobernadores), con la de los/as miembros de la Convención Constitucional, que claramente tiene otra naturaleza, lo que generó un alza importante en la abstención (57,5%) tensando la legitimidad del proceso, fue posible observar un fenómeno transversal a todos los medios de comunicación: la absoluta incapacidad de leer las candidaturas y proyectos políticos fuera del ámbito de los partidos tradicionales.

Decenas de candidatos y candidatas electas cuyos nombres o datos mínimos nadie en las modernas salas de edición digital parecía conocer. Un enfoque intensivo y casi insistente no en quienes habían logrado un lugar de relevancia entre los 155 convencionales, sino en aquellos que no lo habían conseguido. Y hacia el final de la larga jornada, presencia exclusiva de convencionales electos pertenecientes a los elencos tradicionales de los partidos, ex parlamentarios o ministros.

Bastante se ha dicho ya de la penetración casi celular de la cultura de la Transición en todos los aspectos de la vida social de nuestro país. Esto incluye, por supuesto, a los medios de comunicación y su mecanismo de producción diaria de contenidos.

Todo aquello que no encaje en el encuadre existente, es tratado como una anomalía (cuando no delictual), e incluso luego del Estallido Social, el hecho de que el descrédito casi terminal de algunos conglomerados se vea claramente reflejado en la participación o los resultados electorales, sigue siendo enfocado como una sorpresa completamente inesperada, como si la crisis de representatividad de los partidos, los gremios y sindicatos tradicionales hubiese empezado ayer, y no formara parte de un proceso sostenido de acumulación de masa crítica en la sociedad que se ha canalizado de otra forma.

Ante esto nos preguntamos ¿Es necesaria aún más constatación empírica de que el poder ya no está donde solía estar?, ¿Qué hay ciertas estructuras socio-políticas que han perdido el sentido, o que se han resignificado, o están muriendo tal como las conocimos en los últimos 30 años?, ¿y que como muestran los fríos números de la elección, estaríamos frente a la reconstitución del Poder Popular, en una dimensión con enorme potencial de desarrollo?

Las pasadas elecciones no sólo nos han entregado la constatación de que nuestro país se prepara para un cambio histórico, sino que además aún existe un cuerpo relevante y muy influyente que entiende que la nueva construcción se hará con los mismos materiales que la anterior, será transmitida con el mismo lenguaje o vista bajo el mismo lente. Los fríos hechos y su peso irreductible, les harán ver su error. Más temprano que tarde, mientras la organización del poder en la sociedad cambie de forma paulatina también lo harán nuestros canales de información, y más de alguno se quedará hablando solo.

*Editorial publicada en la Edición N°1


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