Por Carlos Concha O. / Foto: Acemedia Comunicaciones
La Plaza de la Dignidad (ex Plaza Italia) ha seguido siendo el epicentro de la protesta popular, manteniendo la flama de las demandas por un cambio de modelo. A pesar de la pandemia, de la represión, la prisión política, y de la guerra psicológica del gobierno neoliberal chileno; las manifestaciones sociales no han parado. No obstante, la movilización que en ese lugar se produce ha cesado de manera espontánea y con responsabilidad, cuando se ha decretado la cuarentena total.
Es así como el pasado 25 de marzo del año 2020, la manifestación popular hizo una pausa cuando fue decretada la cuarentena para las comunas de Santiago y Providencia, y cuando los contagios de Covid-19 iban al alza. Cortando de esta forma el envión de la multitudinaria protesta “Histórica” del 8 de marzo feminista y de las acciones de los secundarios, quienes acercaban la acción directa a La Moneda. Todo lo anterior hacía presagiar un año 2020 con contundente movilización social. Todo quedó en pausa por la pandemia.
Una vez levantada la cuarentena, y con la curva de contagios a la baja, las protestas en el sector de Plaza de la Dignidad se reanudaron tímidamente para el 04 de septiembre del 2020, en el marco de los 50 años de la victoria del gobierno de la Unidad Popular.
Y, continuaron, cambiando en algunas oportunidades la Plaza por la Alameda, hasta el pasado viernes 19 de marzo, cuando el pueblo una vez más adoptó las opciones del respeto y la solidaridad de clase y, ante el disparo en la ola de contagios y la cuarentena obligatoria, dejó de acudir a la Plaza.
Entre Cuarentenas
Las principales demandas levantadas en la Plaza de la Dignidad en el último tiempo fueron claras y se enmarcan claramente en la liberación de los/as presos/as políticos de la revuelta popular, con expresiones de carácter antigubernamental y antineoliberal.
Por otra parte, lo que cambió y no se volvió a ver fue la defensa que habitualmente ejercía la denominada “Primera Línea” en calle Ramón Corvalán. Ese espacio desapareció como lugar de enfrentamientos, dispersando las acciones a la Alameda y a la misma Plaza de la Dignidad, la que siempre estuvo resguardada por el aparato de Control del Orden Público (COP) de carabineros. Cuando las protestas se trasladaron hacia La Moneda jamás se pudo llegar a la calle Morandé.
Las tácticas represivas de COP mutaron, pero continuaron, y cuyo denominador común ha sido la sistemática violación de derechos humanos y el abuso de poder. Millonarios gastos en tanquetas de guerra, carros blindados y lanza gases, carros últimos modelos para lanzar agua con químicos, uso de caballos, de perros adiestrados, copamiento de la Plaza de la Dignidad, detenciones ilegales y, lo último, fue levantar un muro entorno al lugar donde estaba la estatúa del General Baquedano (Retirada para su mantención). Los ataques químicos fueron una constante durante este tiempo y los casos de trauma ocular no cesaron (Hay dos casos relevantes: Un adulto en la intersección de Santa Rosa con Alameda, y el de la profesora de filosofía en el bandejón de la misma plaza). En fin, el perfeccionamiento del Estado policial.
Viernes de Dignidad
Las diferentes brigadas de salud, las Agrupaciones de Derechos Humanos, y la prensa popular e independiente han seguido siendo fieles a su rol social con la manifestación popular. Lo mismo con los familiares y grupos de amigos/as de los/as presos/as políticos y algunas bandas musicales, quienes no han dejado de acudir a la Plaza de la Dignidad.
No obstante, algunos/as manifestantes que se veían antes han dejado de marcar presencia constante. Como el oficinista que se cambiaba de ropa para ser primera línea, el trabajador de edad media y el adulto joven con perfil profesional son algunos de los casos en cuestión. El movimiento estudiantil universitario y el movimiento sindical han estado ausentes de las jornadas de protestas en Plaza de la Dignidad, salvo casos aislados.
La pandemia, la excesiva represión, la prisión política como instrumento de terror, la criminalización a la protesta popular, las infiltraciones, la guerra psicológica al pueblo movilizado, la falta de sustancia política en algunos/as manifestantes, el carrete, pueden ser algunos de los tantos elementos que justifiquen que la Plaza de la Dignidad nunca pudo recuperar la masividad y mística dejada el 20 de marzo de 2020 (salvo para el 18 y 25 de octubre 2020). Argumentos que requieren de una mirada y análisis más bien antropológico que periodístico para considerarlos como una tesis.
Lo que si es un hecho es que el ambiente en Plaza de la Dignidad -en el buen sentido de las intenciones- no ha vuelto a ser el mismo. Priman el abuso policial y la constante sospecha al prójimo, con los/as infaltables que ven “sapos” en todos lados sin tener sustentos en sus denuncias, solo por el mero hecho de fanfarronear en público, lo que al final resta más que suma; al igual que los/as manifestantes, comunicadores y brigadistas que solo presumen por redes sociales sus acciones de los viernes de Dignidad.
Habrá que esperar el fin de la cuarentena en la Región Metropolitana para ver cómo se reconfigura el cuadro de la protesta social, en un lugar lleno de carga simbólica, y para dar cuenta si es que finalmente el pueblo movilizado termina de articularse, organizarse y de dar muestra de una alta convicción política, que permita reconocernos entre pares en la lucha contra el modelo neoliberal y el fascismo chileno. Todas proyecciones que se darán en el marco de un proceso constituyente capturado por la institucionalidad vigente.
- Publicado en la Edición N° 0 de revista Grito