En el marco de una nueva conmemoración del Día del Joven Combatiente, entrevistamos a Inés Encina, miembro del comedor Luisa Toledo y del espacio Pablo Vergara Toledo, a fin de revisar el legado de lucha y autogestión de la comunidad en Villa Francia.
Por Maximiliano Sepúlveda
El pasado 19 de marzo, en el espacio Pablo Vergara Toledo, centro comunitario, escuela y consultorio primario recuperado para la comunidad de Villa Francia, se dio inicio a las actividades de una nueva conmemoración del Día de la y el Joven Combatiente, con una cena solidaria para la comunidad. Estuvimos ahí para conversar en exclusiva con Inés Encina, participante de la actividad.
¿En qué momento surge la idea de implementar un comedor popular y cómo se conecta con la actividad de hoy?
El comedor existe hace dos años. Partió el 2 de abril de 2020 como una olla común, pero entendimos que debía ser permanente y no tener lógica de emergencia. Acá la pobreza es tangible, el adulto mayor abandonado, en la calle, nuestros vecinos y vecinas que están enfermos por la droga y el alcohol, muchos niños que, al no tener colegio por las clases a distancia no tenían la alimentación, o sus padres estaban con teletrabajo o cesantes. Entonces el comedor es permanente porque las necesidades son permanentes. Nosotros no creemos en los cambios y mejoras que se prometen.
¿Es un espacio de autoconvocatoria?
Así es. El espacio es totalmente autogestionado. No permitimos la entrada de la municipalidad, fundaciones ONG´s ni fondos de ningún tipo, menos partidos políticos.
¿Cómo nace el centro comunitario?
Este es un espacio recuperado. Antes era una junta de vecinos, pero nos dimos cuenta que no era un espacio beneficioso para los pobladores. Se lucraba mucho y no había beneficios reales para los pobladores. A los vecinos se les cobraba por la atención acá y entonces el espacio dejaba de ser un beneficio y pasaba a ser una instancia de lucro para las personas que administraban este lugar. Es por esto que decidimos tomarnos el espacio y recuperarlo en 2017. Hoy tenemos escuela, comedor, espacio de salud y de desarrollo comunitario.
Con la efeméride en ciernes, la pregunta es obligatoria, ¿Cuál es el legado de lucha que deja Luisa Toledo?
En esta fecha, más que el legado de la Luisa, sin desmerecer a ninguno de los y las combatientes, es el legado de Pablo, Eduardo y Rafa. Pablo era un ser de luz, humilde y entregado al otro. Los chiquillos eran muy cristianos, muy creyentes. Ese legado de por y para el otro está muy presente. Y la Luisa lo toma. Que no se olvide que eran jóvenes de población, y que no sólo estaban insertos en la lucha por la dictadura, sino que también por la pobreza que había y que la dictadura vino a empeorar. Los chiquillos no decidieron tomar las armas -que lo hicieron con mucho coraje- para ser mártires, lo hicieron por los demás.
Además, la Luisa entrega a sus hijos. Los hijos no se pierden, se los arrebataron asesinados por el Estado y debemos retomar esa historia y hacerla nuestra. Esos cabros pudieron ser nuestros hijos. En la población siempre decimos que no somos las madres de los que parimos, sino de todos los niños.
Cuando la Luisa hablaba de la violencia, no hablaba de todas las violencias. No se valida la violencia que despliegan contra nosotros. Nuestra violencia es una respuesta a todo lo que nos pasa diariamente. Nosotros no salimos a tirar piedras por tirarlas, es una respuesta a lo que hemos vivido por generaciones. Aplastándonos y pisoteándonos siempre, vendiéndonos estrellitas y soles que duran muy poco o no existen, y también valorando la historia de todos los combatientes. Fueron jóvenes de 16, 14, 18 años, que para la sociedad no tienen conciencia, pero eso no es así. nuestros jóvenes no son caritativos, son solidarios y eso hace una diferencia gigantesca.
por Agencia Merkén SpA.