Por: Maximiliano Sepúlveda R
La doctora Paz Rojas, hija del escritor Manuel Rojas, iba camino a convertirse en una aplicada neuróloga clínica, pero vino el golpe. A partir de ese momento, su camino, su vida y su carrera toman un giro definitivo y casi inmediatamente comienza a atender a pacientes víctimas de prisión política y tortura. Su primera consulta, clandestina, vio el peregrinar de decenas de hombres y mujeres rotos. Los relatos del horror de los martirios, llenaron páginas de las primeras investigaciones que se hicieron sobre la materia en Chile.
Eludiendo la jauría, pudo escapar a Suecia, y más tarde a Francia, desde donde siguió trabajando e indagando. Hasta que llegarían los años de la Transición, y el devenir de nuestra historia la pondría nuevamente en un lugar de encrucijada: Convertirse en la primera profesional en atender a Marcia Merino Vega, conocida como la “Flaca Alejandra”. Merino Vega, militante de izquierda, tras ser salvajemente torturada por la DINA se quiebra y cambia de bando, convirtiéndose en una de las mayores delatoras de la Inteligencia Militar de la dictadura, y de Luz Arce, también delatora, quienes luego del fin del ciclo militar de la dictadura deciden colaborar con la justicia, entregando un testimonio invaluable respecto a las estructuras del Terror. “La Flaca Alejandra llegó a esta misma casa, escoltada por la policía. Me dijo que venía a pedirme una receta. Se quedó años conversando conmigo”.
¿Cómo parte su trabajo como terapeuta de víctimas?
Empecé a atender a meses del golpe a personas que necesitaban ayuda, atención. Me ligué con el comité Pro Paz, previo a la Vicaría de la Solidaridad, y monté una consulta de apariencia privada, -nunca había tenido consulta-, con ayuda de dos siquiatras jóvenes, y empecé a trabajar con las primeras personas que llegaron al Comité Pro Paz y que venían dañadas, destruidas, por haber sufrido prisión y tortura.
Ahí comencé a experimentar algo totalmente nuevo para mí. Nunca había vivido la crueldad humana y desde ese primer día vi las cosas más increíbles. Muchachas jóvenes violadas, con la vagina desgarrada. Un hombre que venía del norte huyendo y que traía las marcas del alambre de púas con el que lo habían amarrado. Con mis dos colegas debimos enfrentar eso en esta consulta semi clandestina. Me vi enfrentada por primera vez a lo que es la violencia, el horror y la degradación humana.
Estuve un año en la consulta y entregando informes al Comité, especialmente al pastor alemán Helmut Frenz. Entregamos todas las fichas que teníamos. Luego el cardenal Silva Henríquez y el pastor Frenz se fueron a entrevistar con Pinochet, esto lo supe años después, y le llevaron todas las fichas y antecedentes sobre lo que estaba pasando, y con los familiares que llegaban a la consulta en estado catastrófico. En ese momento me fueron a buscar al hospital para llevarme detenida. Yo no estaba. Siempre me salvé de milagro en esas cosas. Se llevaron a la doctora (Katia) Reszczynski, que sufrió las torturas y violaciones más terribles. Con la ayuda de la embajada sueca, la holandesa y la Iglesia, logré salir de Chile. Y desde que salí de Chile, e incluso antes, mi cabeza ya estaba totalmente trastornada. Ya no podía ser la neuróloga clínica que era antes. Había enfrentado la brutalidad y no podía librarme de eso.
Me quedé sólo unos días en Suecia, ya que entendí rápidamente que no aprendería su idioma. Entonces me fui a Francia y ahí obtuvimos algunos recursos para poder impulsar este trabajo junto a la doctora Reszczynski (el libro Tortura y Resistencia en Chile). Luego, cuando volví, Juan Pablo Cárdenas de Radio Universidad de Chile me ayudó a publicarlo acá.
Desde ahí me dediqué exclusivamente a tratar los estragos que la prisión política y tortura deja en las víctimas y sus familias.
¿Existe el mal?
Claro, por supuesto. Me ha tocado investigar mucho sobre torturadores y en lo que se convierten.
Además, tuve la oportunidad de trabajar con una de ellos, la “Flaca Alejandra”. Ella llegó una tarde aquí, cuando se decidió a hablar, acompañada aún por la policía, y me dijo que venía por una receta. Se quedó años conversando conmigo. Conocí con ella y otras personas que estuvieron mucho tiempo presas, conocí la formación del torturador y las conductas que están descritas en mis libros.
¿Hay un perfil para el torturador?, ¿Se escogen?
Se van escogiendo. Muchos de los torturadores de la DINA fueron formados en la Escuela de las Américas (Panamá). Puede ser que haya gente que tuviese mayores debilidades en su escala moral y ellos sí eran más idóneos. Por otra parte, los verdaderos torturadores nunca se arrepintieron. El arrepentimiento siempre vino de los segundones, los que afirmaban a la persona que iba a ser torturada o apoyaban operativos de la DINA en el sur. Ellos se arrepentían.
Los formados, no. Nunca conocí a un torturador de la DINA que haya dicho me arrepiento de lo que he hecho, me retiro y confieso lo que he vivido.
He sabido de personas que desarrollaron labores secundarias y cuyos recuerdos quedaron firme y malamente incrustados en su memoria, con mucho resquemor, pero arrepentimiento, en Chile, nunca vi.
Hay personas que guardan mucho rencor por haber sido obligados a desnudar a una víctima o a sujetarla mientras era atormentada. Ellos no han hablado mucho, pero han sufrido.
En sus investigaciones se habla de haber “descubierto” patologías nuevas asociadas a la tortura y la prisión política, más allá del estándar del sadismo o la depresión.
La tortura y la respuesta a la tortura es un tema muy personal. No es posible generar un cuadro clínico que nos diga: Se le aplicó electricidad en la zona y de la forma «A” y reaccionó de la forma “B”. No existe un cuadro. Yo he atendido gente que fue brutalmente torturada y quedaron íntegros. En algunos casos tiene que ver con la ideología, principios, valores, etc. Que a pesar de las torturas no sufrieron descalabro o quedaron con patologías. No se olvida jamás, por supuesto. Queda grabado en la memoria a sangre y fuego. La memoria queda viva.
Pero no hay un cuadro clínico. Cada uno reacciona de acuerdo a sus creencias, valores, educación. Recuerdo al hombre que vino del norte que llegó con el alambre de púas marcado en su cuerpo y estaba más íntegro que nadie, y otras personas a las que sólo se les había amenazado con la tortura y estaban destruidas
¿Es posible superar algo así?, ¿Se vuelve del horror?
Por supuesto, incluso se puede volver enriquecido. Hubo personas que fueron objeto de tormentos y que salieron más fortalecidos. Los que salen de la tortura completamente destruidos son muy pocos. Tiene que ver con valores y creencias. Aquellos que recibieron valores en su familia sobreviven de mejor manera. Evidentemente quedan con secuelas inicialmente, pero las torturas de la dictadura no los destruyeron.
¿Cuáles fueron los patrones de la violencia sexual contra las detenidas?
No todos los torturadores estuvieron dispuestos a ejercer esa violencia. Especialmente en la jerarquía. Hubo un grupo de violadores. He atendido a muchas personas que fueron violadas, y yo diría que no quedó como el trauma más importante. Es cierto que atendí a mujeres jóvenes, militantes, con muchos valores. Para muchas de ellas fue un acto de violencia más, mecánico, no un acto de connotación sexual.
¿Cree que la impunidad es la argamasa que mantiene la tensión social respecto al tema?
Siempre habrá gente que buscará indagar en esto. La historia no pasa, no daremos vuelta la página, así como así. La violencia humana tomará otros nombres o intensidades, pero nunca terminará. Hemos avanzado bastante y cuando presentamos los resultados de nuestras investigaciones en Naciones Unidas, muchos de mis libros fueron realizados con el apoyo de Naciones Unidas, nos dimos cuenta de que luego del periodo de guerras mundiales y Campos de Concentración, se produce una suerte de pausa, y después la tortura vuelve a explotar con mucha intensidad en América Latina.
La violencia del ser humano volverá a explotar en cualquier momento. Siempre habrá gente que vea al otro como un enemigo. Las personas que colaboraron con el gobierno de Allende eran vistas como un enemigo que debía ser destruido.